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SANDÍA

por Redacción

Densidad de plantación de injertos para el aprovechamiento de agua y nutrientes adecuados.

En el cultivo de sandía, la siembra directa ha ido poco a poco abandonándose y hoy en día se utiliza casi exclusivamente el trasplante, bien sea de la planta sin injertar, o más normalmente, injertada. La densidad de plantación, separación entre líneas y entre plantas, depende de varios factores: el sistema de riego, la fertilidad del suelo, época de plantación y del uso de la técnica del injerto. Este último es el más importante.

La sandía se caracteriza por ser un fruto de gran tamaño y se cultiva principalmente en zonas de clima cálido y muy soleado, no prosperando adecuadamente en climas húmedos con baja insolación. Por su frescura y gran contenido de agua es ampliamente aceptado en la gran mayoría de los mercados, no siendo nuestro medio la excepción. La densidad de siembra puede impactar de manera significativa la productividad. No obstante que una alta densidad de siembra podría elevarla, no siempre es recomendable. Las condiciones necesarias para definir adecuadamente la densidad de siembra se basan en el tipo de cultivo, la fertilidad del suelo, disponibilidad de agua y el tipo de riego, así como las condiciones sanitarias del cultivo y los recursos económicos disponibles.

Con planta injertada sobre patrones vigorosos se emplea un número de plantas muy inferior, hasta un 50 por ciento menor, al que se utilizaría con plantas sin injertar. En plantaciones tempranas para un lugar determinado, el ciclo es relativamente largo y la planta alcanza un tamaño considerable antes de fructificar; en este caso puede utilizarse un número de plantas relativamente bajo. En plantaciones tardías, de ciclo mucho más corto, sobre todo si se produce el cuaje de frutos con la planta poco desarrollada, puede apreciarse una clara ventaja con mayor densidad de plantación. Los marcos de plantación más comunes en sandía son los de 2×1 y 4×1 m2. El primero tiene el inconveniente de que cubre la superficie muy pronto e incluso a veces antes que se hayan desarrollado suficientes flores femeninas, ya que éstas aparecen a partir del quinto o sexto nudo. El segundo marco es más apropiado, ya que permite un mejor aprovechamiento del agua, nutrientes, y el descanso de cierta parte del terreno.

La densidad de plantación influye en la producción y el tamaño de frutos y en mucha mayor medida sobre el número de frutos y la producción por planta y que esta oscila entre las 4 mil a 5 mil plantas/ha con planta sin injertar y 2 mil 500 a 3mil plantas/ha si están injertadas. Con estas últimas se generaliza el marco de 4 x 1 m2 para la mayoría de las plantaciones y de 3 x 1 m2 exclusivamente en las muy tempranas. El espaciamiento entre filas debe ser de 1.8 m. o más, entre plantas se debe dejar 1 planta cada 0.9 a 1 m. Los raleos se deben hacer cuando las plantas tengan 2 o 3 hojas verdaderas, debe haber 3 mil a 3 mil 500 plantas por hectárea. A excepción de las variedades arbustivas el distanciamiento entre plantas oscila usualmente entre 1 y 2 metros y 2 a 3 metros entre filas. La población de plantas por hectárea puede estar entre 3 mil 200 y 8 mil. También el distanciamiento de  surcos puede oscilar entre 2 a 6 metros, entre plantas 1 metro, y que la población va de 3 mil 200 a 5 mil plantas/ha.

El efecto de aumentar la densidad de siembra es producir una disminución en el tamaño de los frutos individuales. Esta es más notoria si se descuida la fertilización y/o se produce una falta de agua para la planta en la etapa de desarrollo de los frutos. Individualmente se aumenta el número de frutos por unidad de área.

Cambios en la morfología de los frutos en respuesta a distintos factores de producción

En cucurbitáceas altas densidades de plantación producen un gran número de frutos por área, pero con el tamaño, peso y número de frutos por planta reducidos, debido principalmente a la competencia entre ellas. Para aumentar la productividad en los cultivos, se requiere una revisión constante de la fertilización en relación a la densidad poblacional, debido a la comercialización de nuevos cultivares, surgimiento de nuevas regiones de cultivo y de las características de mercado de la hortaliza.

Las variaciones en el distanciamiento entre plantas o entre hileras pueden causar cambios morfológicos que alteran el desarrollo de las plantas y la respuesta a los factores de producción. En diversas regiones de EEUU las plantas de sandía se siembran a distanciamiento de 1 a 2 m. entre golpes y 2.30 m. entre hileras. Cada 6 a 7 hileras se deja una hilera más ancha, que sirve como calle para que puedan pasar por allí los equipos de fumigación y los camiones durante la cosecha. Sin embargo los distanciamientos más corrientemente usados son de 1.70 m. entre golpes y 2.30 m., entre hileras.

Una amplia recomendación es sembrar a distanciamiento de 1.50 m. a 1.80 m. entre surcos y 1.00 m. entre golpes, Igualmente, con plantas injertadas en bule o calabaza, el desarrollo radicular es mayor, por lo que hay que aumentar, en este caso, el marco de plantación. El efecto de la densidad de plantación en sandía sin semilla híbrido Tri-X 313 injertada sobre bule, Lagenaria siceraria, híbrido “Emphasis” empleando tres distanciamientos distintos en hileras separadas 2.0 m y separación entre plantas de 1.00 –testigo sin injertar–, 1.25, 1.55 y 2.00 m., concluyendo que la densidad de plantación no influyó sobre la producción en sandía sin semilla; sin embargo, el uso del injerto mostró una leve disminución en el rendimiento por unidad de superficie con respecto de aquellas plantas sin injertar.

Resultados desventajosos a mayores densidades por unidad de superficie

Respecto al número de frutos por planta, se observó una disminución significativa a mayores densidades de plantación, con un incremento significativo en el peso de fruto en el distanciamiento a 2.00 m. Los resultados no fueron positivos por unidad de superficie; sin embargo, se obtuvo mayor producción por planta a menor densidad de plantación, representando una ventaja en el uso de menor densidad de plantación en sandía injertada, al permitir una reducción hasta del 50 por ciento de la densidad con respecto a las plantas de sandía sin injertar, sin afectar significativamente la producción, ni la calidad del fruto, con el mismo costo de producción usando bromuro de metilo en sandía sin injertar. La desventaja que presenta el uso de sandía injertada sobre L. siceraria es el incremento en los días a la cosecha, quedando asimismo latente para el cultivo la susceptibilidad del portainjerto a Meloidogyne.

Como portainjerto se utilizan plantas de la familia de las cucurbitáceas, empleándose patrones de calabaza. A estos portainjertos se les exige, además de la resistencia a la fusariosis vascular de la sandía y otros hongos del suelo, tener excelente afinidad morfológica y fisiológica con la mayoría de las variedades injertadas de sandía y que no modifiquen las características organolépticas, tan apreciadas en los frutos.

Entre los patrones más utilizados están las especies Cucurbita máxima, Cucurbita moschata, Cucurbita ficifolia, Cucurbita cerífera y Lagenaria siceraria. Las operaciones de para realizar el injerto con garantías de prendimiento exigen cuidado y experiencia que no están al alcance, la mayoría de las veces, del agricultor, y salvo algunos con pericia y medios suficientes, en general y en un alto porcentaje es facilitada la planta por semilleros comerciales que disponen de personal técnico especializado en esta práctica.

Los patrones normalmente empleados para sandía pertenecen a algunas de estas especies: – Híbridos interespecíficos de Cucurbita: Se trata de híbridos de C. máxima x C. moschata. Son resistentes a Fusarium oxysporum f.sp. Niveum y tolerantes a Pythium y nematodos. 16 – Lagenaria siceraria: La más conocida es la calabaza de peregrino. Es resistente a Fusarium oxysporum f.sp. Niveum. – Citrullus lanatus: Es otra sandía y proviene de la sandía silvestre. Es resistente a las tres razas de Fusarium oxysporum f.sp. Niveum. Su inconveniente es la dificultad de identificar los rebrotes del patrón. – Cucurbita sp.: Otras especies de Cucurbita se utilizan también como portainjertos. Una de las más conocidas es la calabaza de violín (C. moschata) y algunas variedades de C. máxima, todas ellas resistentes a Fusarium oxysporum f.sp. Niveum.

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