En muchas regiones del país las lluvias son lo suficientemente abundantes y regulares para que permitan levantar buenas cosechas en la mayoría de los años y aun es frecuente que se pierdan por exceso de humedad, cuando están próximas a levantarse, o que perjudiquen a las plantas, cuando el suelo es muy plano y no puede pasar el agua a terrenos más bajos.
En cambio, en otra gran extensión de la República donde se hacen los cultivos de temporal –entendiéndose por cultivo de temporal aquel que se hace dependiendo exclusivamente del agua que se deposita sobre el suelo en forma de lluvias o de nevadas– se pierden las cosechas con mucha frecuencia, o bien porque la precipitación no fue suficiente durante el período de desarrollo de las plantas o bien porque no estuvo bien distribuida.
Esto es lo más frecuente porque, en general, el régimen de nuestras lluvias casi en todo el país es sumamente irregular, tanto por la altura de lluvias que acusa el pluviómetro anualmente como por la distribución en los distintos meses del año. Puede asegurarse que en toda la región donde se hacen los cultivos de temporal caen lluvias suficientemente abundantes para asegurar la producción de cosechas; pero basta con que en la época más urgente venga un corto período de sequía para que las cosechas se pierdan, aunque antes y después haya exceso de humedad.
En México casi tres cuartas partes de la superficie agrícola se destinan a cultivos del tipo cíclico, 54 por ciento para Primavera/Verano y 17 por ciento para Otoño/Invierno, el 29 restante es superficie destinada a cultivos del tipo perenne. Los perennes proporcionan dos terceras partes del volumen de producción porque sus cultivos más importantes, pastos, caña de azúcar y alfalfa, tienen un peso más elevado que la mayoría de los cíclicos. En esas regiones el acaparamiento de las aguas superficiales que escurren sobre el terreno, al caer los grandes aguaceros, será el remedio para asegurar al agricultor el logro de buenas cosechas.
Todas sus energías deben tender a evitar los riesgos de ese pequeño período en que suelen retardarse las lluvias poniendo en peligro de perderse todo el capital y trabajo que representan las cosechas en pie próximas a lograrse. Exactamente porqué el cultivo de temporal es más aleatorio que el de riego el productor agrícola se dedica a cultivar una mayor extensión de terreno que el que puede atender debidamente. Como después de hecha la siembra sus recursos no le permiten dar un buen cultivo a la tierra se conforma con dar labores de beneficio muy defectuosas, le falta tiempo en las épocas propicias para acabar de dar sus labores y, como es natural, en tierra mal cultivada se acrecientan los riegos que causa la sequía.
El que cultiva con riego, si dispone de la cantidad de agua necesaria considera que no arriesga el trabajo que dedica a sus siembras, sabe que mientras éste sea más esmerado deberá levantar mejores productos, y por consecuencia cultiva una superficie en proporción a los elementos de que puede disponer. Además, las tierras de riego son muy escasas en nuestro país, porque en muy pocos lugares se ha dedicado inteligencia y capital para aumentarlas, y como son escasas son muy solicitadas y por lo mismo bien aprovechadas, hablando de un modo general. En los cultivos de riego el agricultor dirige la explotación a su gusto: riega cuando las plantas lo necesitan, siembra cuando quiere, cultiva sus tierras sin apresuramiento y, en fin, sujeta las necesidades de su explotación a los elementos de que puede disponer. El productor de temporal, al contrario, está siempre con la mirada fija en el cielo, el éxito de su negocio no depende de su actividad sino de las nubes, siembra cuando la tierra se ha humedecido, cultiva si la tierra lo permite entre dos períodos de lluvias y de lo contrario no cultiva, pudiendo por eso perder sus cosechas.
Ventajas de un sistema de riego bien diseñado, operado y mantenido
La mayor parte de nuestros cultivos se hacen de temporal, como sucede en casi todas las naciones del mundo, y, puesto que los agricultores no necesitan emplear procedimientos especiales para lograr sus cosechas, si no todos los años sí la mayor parte de ellos, es porque la precipitación normal es suficiente para lograr las cosechas por medio de esos procedimientos ordinarios que se siguen en agricultura.
En cambio, hay regiones donde esos procedimientos ordinarios aplicados a la tierra no pueden dar buen resultado, porque las lluvias durante el período de crecimiento de las plantas no bastan para llevarlas al estado de madurez. Suelen levantarse cosechas cuando las lluvias son excepcionalmente abundantes por esos procedimientos comunes, pero el cultivo es tan arriesgado que, hablando de un modo general, las tierras no se cultivan en esas regiones y se destinan a la ganadería o al aprovechamiento de los productos espontáneos que pueden dar.
Por otro lado, la eficiencia de aplicación del agua puede ser muy alta en un sistema de riego por goteo si se logran controlar las fuentes de pérdida. Ello es posible cuando el sistema está bien diseñado, operado y mantenido. La uniformidad en la descarga de los emisores está asociada a la variabilidad propia entre goteros, su obstrucción, la topografía del terreno y las pérdidas de carga en la red. La elevación de la uniformidad no sólo permite ahorrar agua, sino que también mejora la fertilización cuando se realiza vía fertirriego y aminora los impactos ambientales asociados con la contaminación de las aguas subterráneas. De allí la importancia de evaluar la uniformidad de manera periódica en los sistemas; las evaluaciones iniciales son indicativas tanto de la calidad del diseño como de la instalación, y las siguientes lo son de las condiciones de mantenimiento y operación.
Los sistemas de producción agrícola
son altamente vulnerables ante los efectos del cambio climático
La variación de la precipitación podría tener efectos directos en la producción de los cultivos de temporal
Pablo Moncayo Rodríguez